AVANCES: Guía, propuestas de intervención con adolescentes, jóvenes y familias en los programas de prevención indicada de Proyecto Hombre - Proyecto Hombre

AVANCES: Guía, propuestas de intervención con adolescentes, jóvenes y familias en los programas de prevención indicada de Proyecto Hombre

Autor: Asociación Proyecto Hombre 15/11/2021     

Autores:

Aránzazu Fernández Rodríguez

Ana Macías Rodríguez

Garikoitz Mendigutxia Sorabilla

Desde el comienzo de la andadura de Proyecto Hombre en España se ha venido atendiendo a menores y jóvenes dentro de los programas de intervención de los centros que conforman la Asociación Proyecto Hombre. Estas atenciones, que en principio eran puntuales, han ido apareciendo cada vez con mayor frecuencia, lo que ha impulsado el diseño de una respuesta adaptada a las necesidades de menores y/o jóvenes cada vez más específica. En el año 2020, se atendieron en tratamiento 796 menores, mientras que en prevención indicada en ese mismo año se atendieron 1.211.

Con el compromiso de desarrollar programas de prevención basados en evidencia científica, se acometió la elaboración de esta guía que pretende ser un referente en el abordaje con menores y jóvenes y/o con sus familias desde la prevención indicada en Proyecto Hombre.

A partir de la conceptualización de la prevención indicada, la guía ahonda en la fundamentación teórica y la evidencia de la eficacia de este tipo de programas preventivos para acabar planteando una propuesta de intervención dirigida a menores y jóvenes de entre 14 y 20 años que conviven con la familia o están bajo la tutela de otras personas adultas y presentan consumos problemáticos de drogas u otro tipo de conductas potencialmente adictivas relacionadas con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), los juegos de apuestas y los videojuegos.

A lo largo de las diferentes partes que componen esta guía se hace referencia a la necesidad de incorporar el enfoque de género en diseño y desarrollo cualquier tipo de actuación, para lo cual se hace imprescindible analizar algunas cuestiones como el papel del género a la hora de entender la percepción y el acercamiento a las conductas de riesgo, la relación existente entre consumo de drogas y otros comportamientos potencialmente adictivos con la construcción de las identidades y el desempeño de los roles, las desigualdades que el género establece en el acceso a los programas, entre otras.

 La Prevención Indicada

Según el Observatorio Europeo de Drogas (2011), la prevención indicada tiene por objetivo identificar e intervenir con individuos que presentan indicadores altamente correlacionados con los problemas ligados con el consumo de drogas a lo largo de sus vidas (por ejemplo, problemas psicológicos, fracaso escolar o conducta antisocial), o que presentan consumos tempranos de drogas (aunque sin reunir criterios clínicos de drogodependencia). El objetivo de los programas de prevención indicada no es necesariamente prevenir el inicio del consumo de drogas, sino prevenir el desarrollo de la dependencia, disminuir la frecuencia de uso, o la progresión hacia patrones de consumo más perjudiciales.

Las principales características de este tipo de programas son:

  • Están diseñados para detener la progresión del abuso de sustancias y otras conductas adictivas o problemas relacionados.
  • Se pueden dirigir a múltiples conductas simultáneamente (absentismo escolar, uso problemático de las TIC, etc.).
  • Valoran específicamente los factores de riesgo y de protección particulares y los problemas de conducta, teniendo en cuenta las variables diferenciadoras en función del género.
  • Son extensos en el tiempo e intensivos. Se desarrollan en largos periodos (meses) con altas frecuencias y requieren un gran esfuerzo por parte de los y las participantes.

Fundamentación teórica de los programas de prevención indicada

El consumo de drogas en la adolescencia constituye un comportamiento de riesgo que, suele formar parte de un abanico más amplio de conductas o situaciones-problema entre las cuales son frecuentes el absentismo escolar, el bajo rendimiento o la conflictividad en el instituto, el desafío a las normas convencionales, los conflictos familiares, o la implicación en comportamientos delictivos o predelictivos. Esta constatación tiene su reflejo en la teoría de la conducta problema (Jessor and Jessor, 1977), que subraya además la idea de que todas estas conductas responden a factores de riesgo comunes, en la mayoría de los casos con un fuerte componente social.

La investigación en relación con los factores de riesgo y de protección asociados al consumo de drogas y otros comportamientos de riesgo señala la importante asociación entre las dificultades en la adolescencia y la calidad de los escenarios en los que viven, principalmente los próximos como la familia, la escuela, el grupo de iguales o el barrio. También diferentes variables de carácter global como las costumbres sociales, la disponibilidad de drogas o su accesibilidad. Por otra parte, los llamados “factores personales” como la autoestima y las competencias personales, entre otros, mantienen una relación con estos factores del entorno, con los que interaccionan y establecen una influencia recíproca.

Respecto a las diferencias entre chicos y chicas en relación con los factores de riesgo y protección, la investigación reciente señala la existencia de factores comunes que operan de forma diferente en función del género, en lugar de factores específicos para unos y otras. Por ejemplo, en el caso de los consumos de drogas, en los adolescentes tienen más peso los factores de riesgo de tipo personal y contextual (escuela y comunidad), mientras que en las adolescentes tendrían una mayor influencia los factores de riesgo de tipo personal y familiar.

Las dificultades en la adolescencia y los problemas de conducta no son fruto de trastornos psicopatológicos que los explican por sí mismos. Tampoco son efectos de una determinada estructura o funcionamiento cerebral particular. Son más bien, fruto de una biografía que llega a la adolescencia como una historia particular de aprendizaje a partir de múltiples experiencias, de la influencia recibida, de sus características particulares, y de los efectos obtenidos con su comportamiento en sus contextos vitales. Este enfoque, uno de cuyos referentes teóricos más significativos en España es el modelo biográfico o modelo ABC (López y Costa, 2012, 2014) basado a su vez en referentes como la teoría del Aprendizaje Social (Bandura, 1977, 2001), nos obliga a ser especialmente prudentes en el “diagnóstico”, más aún en el caso de menores, por su efecto generador de estigma y sobre todo por su escasa capacidad de explicar su comportamiento (más allá de explicaciones circulares), y de ofrecer alternativas para la solución de sus problemas.

El Análisis Funcional de la Conducta, desarrollado entre otros por Kantor (1978), que establece la relación del comportamiento de cada adolescente particular con toda su historia de aprendizaje, con los escenarios en los que dicho comportamiento se manifiesta, con su sistema de recursos personales y sociales, y con los resultados obtenidos, puede resultar de gran utilidad para sentar las bases de la intervención. En línea con los expuesto en los párrafos anteriores, el Modelo de Desarrollo Social (Catalano y Hawkins, 1996 ) subraya la importancia de los contextos de socialización en el desarrollo de estilos de vida saludables/prosociales, o de riesgo/antisociales

No toda la responsabilidad de la prevención debe, por tanto, ponerse en manos ni de los y las adolescentes, ni en sus familias, ni en las personas que trabajan con esta población en entornos diversos, sino que debe ser considerada una tarea a abordar por parte de la sociedad en su conjunto. Además de los entornos sociales más próximos como la familia, la escuela o el barrio, los planteamientos más recientes en relación con la Prevención Ambiental señalan la importancia del contexto cultural, físico y económico en los que las personas toman sus decisiones en relación con sus comportamientos de riesgo. Estas decisiones están también fuertemente influenciadas por factores ambientales, como lo que se considera normal, aceptado o esperado por la comunidad, las leyes que regulan la disponibilidad y el consumo, la publicidad, la accesibilidad de drogas o la facilidad para implicarse en comportamientos saludables alternativos a los de riesgo. La prevención debería incluir también la modificación de estos condicionantes ambientales, que, además de resultar eficaces, reducen el gradiente social al afectar positivamente al conjunto de los y las adolescentes, con independencia de su nivel de riesgo (Oncioiu et al., 2018).

La evidencia de la eficacia en las intervenciones de prevención indicada

Son pocas las investigaciones que evalúan la eficacia de los programas de prevención indicada relacionados con los consumos de drogas y otras conductas potencialmente adictivas. En cualquier caso, existe cierto consenso en la necesidad de implementar programas de prevención multicomponentes que intervengan en las diferentes áreas de la vida psicosocial de menores con problemas de comportamiento (Olchowski, Foster y Webster-Stratton, 2007).

Uno de los aspectos más estudiados ha sido el formato de la intervención dividiéndolo en individual y/o grupal. En el ámbito de las adicciones, las intervenciones grupales han acumulado muchos avales en cuanto a su eficacia a través de numerosos estudios y evidencia científica. En cambio, cuando la intervención se hace con población adolescente en situación de riesgo, aparecen divergencias entre las autorías en cuanto a la idoneidad de esta herramienta de intervención. En cualquier caso y como conclusión con respecto a la eficacia de las acciones preventivas individuales vs grupales, convendría tener en cuenta que lo que caracteriza a la prevención indicada es el hecho de diseñar intervenciones adaptadas a cada adolescente, más allá del riesgo o los problemas asociados inherentes a la mayoría de ellos o ellas. Por lo tanto, resulta necesaria la incorporación en los programas de diferentes componentes específicos para cada joven.

Otra cuestión importante en los programas de prevención indicada es el trabajo con las familias. Existe numerosa evidencia científica que apoya la idea de la inclusión en la intervención de la familia de los y las adolescentes. Las intervenciones basadas en la familia con adolescentes, comparadas con aquellas que no se focalizan en la familia, muestran beneficios en la adherencia y retención, mejores resultados en la reducción del consumo y problemas de conducta, mejora de la dinámica familiar y menor adscripción a grupos de iguales en los que se consumen drogas (Liddle, 2004; Becoña y Cortés, 2008).

En lo que se refiere a la eficacia de las intervenciones, señalar que las intervenciones breves de corte motivacional utilizadas en exclusiva son eficaces para la reducción de los problemas de consumo de alcohol en jóvenes, y en combinación con otras intervenciones para el abordaje de otras adicciones (Fernández-Artamendi et al., 2021). La evidencia científica señala que las intervenciones de corte motivacional son eficaces para promover cambios, siendo un elemento de gran utilidad para mejorar la adherencia y participación, involucrando a los y las adolescentes en la puesta en marcha de acciones relacionadas con el control de consumos. Dadas las características de la entrevista motivacional, y su utilidad para reducir las resistencias por parte de los y las adolescentes, así como por su eficacia para mejorar la retención y la reducción de los problemas de consumo de sustancias, es un enfoque particularmente útil para las primeras fases de los programas de prevención.

Propuesta de Intervención

En la segunda parte de la guía se desarrolla una propuesta de intervención que pretende dar una respuesta educativa integral a menores y jóvenes con consumos problemáticos de drogas u otro tipo de conductas potencialmente adictivas, además de otros problemas como la inadaptación familiar, escolar y/o social.

El objetivo principal del programa que se propone es evitar el desarrollo de problemas asociados al consumo de drogas y otras conductas potencialmente adictivas.

Asimismo, se sugiere la realización de una evaluación pormenorizada de las variables particulares y del entorno de cada menor o joven, para definir los objetivos específicos en relación a diferentes áreas, con la finalidad de establecer un Plan Individualizado de Intervención (P.I.I) en cada caso.

En lo que se refiere al desarrollo del programa, se plantea la realización de intervenciones ambulatorias integrales e intensivas de tipo educativo a lo largo de diferentes fases (ver tabla 1).

Tabla 1.

Se incorpora en esta propuesta la perspectiva de género. Desde esta óptica, se señala la necesidad de que las intervenciones tengan en cuenta la forma diferencial en que operan los factores de riesgo y protección en chicos y en chicas, así como las diferencias en la etiología de los consumos u otros comportamientos potencialmente adictivos, las pautas/prácticas de riesgo y sus consecuencias.

Por último, se subraya la necesidad de diseñar una buena evaluación, tanto de proceso como de resultados, con el objetivo de averiguar cómo se está trabajando para lograr los objetivos previstos y cuáles han sido los resultados encontrados. Como modelo de este tipo de evaluación se propone el siguiente diseño ( Figura 1)

Figura 1.
  • Bibliografía
  • Descargar Guía: Propuesta de Intervención con Adolescentes, Jóvenes y Familias en los Programas de Prevención Indicada de Proyecto Hombre

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Revista Proyecto 106 [Noviembre 2021]