Diferencias biopsicosociales en el transtorno por consumo de sustancias entre el hombre y la mujer y consideraciones sobre su abordaje terapéutico

Por Alfonso Balmori, Ana Macías y María Paz de la Puente
Este artículo es una versión abreviada. El texto completo, incluyendo la metodología y las referencias correspondientes, se encuentra publicado en la web de la revista Proyecto.
La importancia y necesidad de incorporar la perspectiva de género en la investigación social y en el estudio de las drogas es evidente y se ha puesto de manifiesto sobre todo a partir de 1985, tras la III Conferencia Mundial de la ONU sobre mujeres. El presente trabajo es una puesta al día de los conocimientos científicos existentes que explican las diferencias biológicas y psicosociales entre el hombre y la mujer que afectan al trastorno por consumo de sustancias (en adelante TCS, siguiendo la nomenclatura propuesta por el DSM 5).
El sexo se define en base a las diferencias orgánicas entre mujeres y hombres y el género se basa en el papel socialmente determinado, que puede variar según las diferentes culturas y la época. El cerebro se desarrolla a lo largo de la vida de cada individuo a través de una combinación de factores genéticos, hormonales, ambientales y de las experiencias socioculturales. Habitualmente, los investigadores sociales han atribuido las diferencias cognitivas entre los hombres y las mujeres a aspectos educativos y culturales, y a las consecuencias de las diferentes experiencias vividas durante el desarrollo. Sin embargo, actualmente sabemos que algunas de estas diferencias aparecen en estadios tempranos, antes de que se produzcan experiencias dispares, y surgen en culturas alejadas, con distintas actividades adjudicadas socialmente a los hombres y las mujeres.
Diferencias anatómicas del cerebro entre el hombre y la mujer
En promedio, los hombres tienen un cerebro un 9 % más grande, existiendo diferencias en el volumen de algunas partes específicas. Las regiones cerebrales con mayor volumen en los hombres se encuentran principalmente en las áreas límbicas bilaterales y en la circunvolución del cíngulo posterior izquierdo. En las mujeres, las regiones más grandes son las áreas relacionadas con el lenguaje, además de varias estructuras límbicas, como la corteza insular derecha y la circunvolución del cíngulo anterior. Los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro están más asimétricamente organizados en los hombres que en las mujeres. El cuerpo calloso es más grande en las mujeres, lo que permite una mejor comunicación entre los dos hemisferios.
Las mujeres poseen una mayor densidad de neuronas en el área de la corteza del lóbulo temporal encargada del procesamiento y la comprensión del lenguaje. La microglía y los astrocitos también presentan dimorfismo sexual en el cerebro y esto puede ser atribuido a la presencia de las hormonas sexuales.
Proporción de materia gris y blanca según el sexo
La sustancia gris, presente en el cerebro y en la médula espinal, está compuesta por los cuerpos de las neuronas, mientras que la sustancia blanca, se compone de fibras nerviosas recubiertas de vainas de mielina. La sustancia gris está asociada al procesamiento de la información, mientras que la sustancia blanca, coordina la comunicación entre las diferentes regiones del cerebro. Los volúmenes de materia gris y blanca son diferentes dependiendo del sexo, teniendo las mujeres un mayor porcentaje de materia gris, y los hombres de materia blanca.
En el cerebro masculino existe un patrón de conectividad local incrementada y una conectividad entre los hemisferios más reducida. En el cerebro femenino existe una mayor conectividad entre los hemisferios cerebrales y esas conexiones pueden permitir que el cerebro de una mujer funcione más rápido que el de un hombre.
En hombres y mujeres adultos la sustancia gris disminuye con la edad, pero esta disminución es más acusada en los hombres. Al parecer las hormonas sexuales femeninas podrían actuar como protectoras.
El efecto de las hormonas en el dimorfismo sexual del cerebro.
Numerosos estudios han demostrado el importante papel que juegan las hormonas sexuales en el dimorfismo del cerebro. Durante el desarrollo del feto, las hormonas sexuales que bañan el cerebro provocan que su organización anatómica sea diferente en los niños y las niñas. Los niveles de exposición a estas hormonas durante un período crítico muy temprano, alteran permanentemente la función cerebral.
Los estrógenos femeninos están implicados de forma crítica en la diferenciación sexual del cerebro, contribuyen a las diferencias en su morfología y neuroquímica, ayudan a dirigir su organización durante el desarrollo e influyen en la estructura y la densidad neuronal de varias regiones. Por su parte, el efecto directo de la testosterona en el cerebro fetal masculino, produce diferencias sexuales en la estructura y la función neural, y es responsable de la identidad de género y de la orientación sexual.
Las diferencias específicas de cada sexo en los marcadores dopaminérgicos, serotoninérgicos y GABAérgicos indican que los cerebros masculinos y femeninos son también neuroquímicamente diferentes. La testosterona y el estradiol modulan la transmisión serotoninérgica y GABAérgica, y aumentan la formación de espinas dendríticas.
Los estrógenos y la testosterona afectan a los procesos de aprendizaje y memoria, y contribuyen a las diferencias en el procesamiento neuronal y en las capacidades cognitivas entre mujeres y hombres. También pueden ayudarnos a comprender las vulnerabilidades específicas de cada sexo a determinadas enfermedades psiquiátricas y neurológicas, como veremos más adelante.
Diferencias en la destreza para el desempeño de las tareas entre los hombres y las mujeres
Hombres y mujeres resuelven los problemas intelectuales de manera diferente. Las mujeres, en promedio, son más rápidas que los hombres en la identificación rápida de elementos coincidentes (velocidad perceptiva), en la fluidez y memoria verbal, y en la velocidad de la articulación. También en el cálculo aritmético y en la recuperación de puntos de referencia de una ruta. Además, son más rápidas en ciertas tareas manuales de precisión. También les superan en el reconocimiento de los matices emocionales en los demás.
Los hombres, en promedio, superan a las mujeres en ciertas tareas espaciales, en las pruebas que requieren que el sujeto imagine rotar un objeto o manipularlo y en las pruebas de razonamiento matemático. Parecen aprender rutas más rápido, pero no pueden recordar puntos de referencia tan fácilmente como las mujeres, sino que confían preferentemente en señales espaciales, como la distancia y la dirección.
Los niveles elevados de estrógenos se asocian con una mejora en las tareas relacionadas con el habla y las habilidades manuales y con una disminución de las capacidades espaciales. Por ese motivo, a medida que varían los niveles de estrógenos en el ciclo menstrual varía también el desempeño de esas tareas. Los niveles de testosterona también están relacionados con la capacidad espacial de los hombres y se han observado fluctuaciones estacionales.
En el cerebro masculino y femenino, los dos hemisferios funcionan de manera diferente en algunas tareas cognitivas. El cerebro masculino separa el lenguaje en el hemisferio izquierdo, y las emociones en el derecho, mientras que, en el femenino, ambos hemisferios intervienen en las emociones. Esto puede explicar por qué los hombres suelen tener más dificultades para expresar sus sentimientos. Frente al estrés, también existen diferencias: las mujeres son más resistentes al estrés crónico, pero menos resistentes al estrés agudo que los hombres.
La sistematización es el impulso para analizar un sistema en términos de las reglas que lo rigen. Empatizar es la capacidad para identificar los estados mentales de los demás y responder a ellos con una emoción adecuada. En promedio existe una «sistematización» más fuerte en los hombres y una mayor «empatía» en las mujeres.
Sabemos por observaciones tanto en humanos como en animales, que los machos jóvenes se involucran en un juego más rudo que las hembras y que las hembras muestran más conductas alimenticias, y estas observaciones implican que las preferencias de los juguetes en los niños son el resultado, al menos en parte, de diferencias biológicas innatas.
Diferencias biológicas en el trastorno por consumo de sustancias y en los mecanismos de acción entre el hombre y la mujer
Las diferencias genéticas, los rasgos de personalidad, el grado de apoyo social, las experiencias o traumas durante el desarrollo y también el hecho de ser hombre o mujer contribuyen a la posibilidad de desarrollar comportamientos compulsivos asociados con una adicción.
Características biológicas diferenciales entre sexos en la adicción
Se han encontrado diferencias por el sexo muy similares en humanos y en animales, y esto sugiere que existen algunas diferencias biológicas básicas entre mujeres y hombres que influyen en la forma en que cada sexo responde a la adicción a las drogas. A pesar de ello, los manuales que incorporan la perspectiva de género no suelen contemplar las diferencias biológicas sexuales.
Los estrógenos juegan un papel esencial en la existencia de diferencias sexuales en el abuso de drogas, ya que pueden intensificar la respuesta en las mujeres. El estradiol intensifica el aumento de la dopamina inducida por los psicoestimulantes en el cuerpo estriado solo en las mujeres, pero no en los hombres. Por ese motivo, las fases del ciclo menstrual y la liberación de las hormonas asociadas, pueden afectar el comportamiento frente a las drogas, ya que dichas hormonas tienen libre acceso al cerebro.
Diferencias sexuales relacionadas con el efecto de las drogas en el circuito de recompensa
Las drogas producen sus efectos porque provocan cambios en la función neurotransmisora que aumenta la actividad neuronal en el circuito de recompensa, y existen diferencias ligadas al sexo en este aspecto. El sistema de recompensa dopaminérgica es uno de los sistemas que median en estos rasgos de comportamiento «vulnerables». Existe una diferencia en la respuesta a la dopamina en el núcleo accumbens dependiendo del sexo, que puede ser la base de la diferencia en la escalada de consumo de drogas que conduce a la adicción. Las mujeres parecen ser más vulnerables que los hombres a los efectos de refuerzo de los psicoestimulantes, los opiáceos y la nicotina durante muchas fases del proceso de adicción.
Diferencias metabólicas
El metabolismo de las drogas, y en consecuencia sus efectos, no son iguales para los hombres y las mujeres, aunque la participación de varias rutas metabólicas diferentes complica la interpretación de dichas diferencias. Por ejemplo, la ingesta de cantidades iguales de alcohol, produce una mayor intoxicación en mujeres que en hombres. Existen también algunas evidencias de que las mujeres metabolizan la nicotina más rápidamente que los hombres y exhiben niveles plasmáticos máximos más altos de cocaína, que pueden ser modulados por las hormonas ováricas.
Diferencias en los efectos percibidos y en la adquisición
Las mujeres, pueden experimentar sensaciones más agradables de respuesta a las drogas y son más propensas a la automedicación. Precisamente en animales, las ratas hembras aprenden a autoadministrarse drogas más fácilmente que los machos, y esto sucede con todos los tipos de drogas estudiadas. La ingesta de estradiol a corto plazo en las ratas hembras eleva la adquisición y la escalada de consumo, y la motivación para su búsqueda compulsiva.
Diferencias en la escalada de consumo
Una de las diferencias más notables en la adicción, es que las mujeres progresan hasta la dependencia a un ritmo más rápido. Esta tendencia se observa también en roedores hembras respecto a los machos, lo que demuestra que, aunque existan factores socioculturales que influyen en la adicción en los humanos, los procesos biológicos contribuyen de forma fundamental en las diferencias observadas. Una vez que el comportamiento adictivo se ha desarrollado, los hombres estabilizan su consumo a una dosis menor y además las mujeres presentan más efectos indeseados.
Diferencias en el periodo de abstinencia
Durante los intentos por dejar el consumo de drogas, las mujeres suelen presentar síntomas más desagradables que los hombres. Las mujeres fumadoras experimentan un mayor estrés durante la retirada, mientras que los hombres padecen peores síntomas al dejar el consumo de alcohol.
Diferencias en la recaída
Los hombres mantienen períodos de abstinencia más largos, y las mujeres son más propensas a las recaídas. Las mujeres incrementan el consumo más rápidamente después de una recaída.
Tanto en animales como en humanos, la recaída puede ser precipitada por señales internas (como la exposición a una dosis de recuerdo de una sustancia) o señales externas (como lugares y parafernalia asociadas a la droga). Las mujeres son más propensas a atribuir la recaída a señales externas relacionadas con las drogas, a un evento estresante, o a la depresión. Como veremos después, la existencia de más barreras para la búsqueda de tratamiento y la falta de apoyo social, impiden la recuperación de las mujeres en mayor grado que los hombres.
Vinculación de las adicciones con los trastornos neuropsiquiátricos y diferencias en las afecciones psiquiátricas entre hombres y mujeres
La adicción a cualquier tipo de sustancia y los trastornos neuropsiquiátricos están íntimamente vinculados; estos constituyen un factor de riesgo para padecer trastornos adictivos, y a la inversa, los pacientes adictos están en riesgo de padecer enfermedades mentales, lo que complica su evolución y pronóstico.
Las diferencias sexuales estructurales y funcionales del cerebro, junto con los cambios en los niveles de las hormonas sexuales y sus receptores, pueden aumentar la vulnerabilidad y la prevalencia de ciertos tipos de trastornos neuropsiquiátricos. Las diferencias regionales en el cerebro ligadas al sexo son precisamente áreas implicadas en afecciones neuropsiquiátricas sesgadas por el sexo.
Aunque existen características comunes, consecuencia directa de la adicción, ciertos trastornos psiquiátricos concurrentes se presentan con mayor frecuencia en mujeres que en hombres, como la depresión, el trastorno de ansiedad y la anorexia nerviosa. Los ejemplos de afecciones con mayor prevalencia en los hombres incluyen el autismo, el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, y las deficiencias específicas del lenguaje, como la dislexia.
Las hormonas ováricas (estradiol y progesterona), pueden actuar sobre el sistema nervioso central, y aumentar el riesgo de trastornos alimentarios en las mujeres, mientras que la testosterona puede ejercer efectos protectores que disminuyen el riesgo de esta patología alimentaria en los hombres.
Existen también diferencias sexuales en tres de los principales trastornos cerebrales: accidente cerebrovascular, esclerosis múltiple y epilepsia, en los que también parecen desempeñar un papel importante los esteroides gonadales. En general, podemos decir que las consecuencias médicas, psiquiátricas, funcionales y psicosociales asociadas suelen ser más graves en las mujeres, y los niveles de deterioro y las prevalencias de trastornos y comorbilidad psiquiátricos y psicológicos también.
Características psicosociales diferenciales en el abuso de drogas entre el hombre y la mujer y en su tratamiento
Como hemos visto hasta ahora, muchas de las características diferenciales entre hombres y mujeres relacionadas con el uso y abuso de drogas tienen su origen en aspectos puramente biológicas y de alguna manera innatos, pero existen factores psicosociales, ligados fundamentalmente a los estereotipos, mandatos o roles de género, que influyen no sólo en el tipo de drogas consumidas, sino también en el proceso de iniciación, mantenimiento, evolución del consumo y en las motivaciones para dicho consumo en ambos sexos. Muchas de las diferencias que existen entre hombres y mujeres en relación al TCS, tienen su raíz en los condicionantes de género, y algunas de sus variaciones se pueden explicar además en función de variables como el momento histórico, político y social, la clase social, la etnicidad o la edad. Los mandatos y expectativas sociales hacia unas y otros son distintos y provocan diferencias y desigualdades entre ambos sexos, no sólo en los efectos, sino también en el propio significado del acto de consumir sustancias psicoactivas.
Diferencias en el tipo de drogas consumidas y consecuencias psicosociales
El consumo de sustancias psicoactivas predomina en los hombres, salvo en el caso de los hipnosedantes, significativamente mayor en mujeres. En general, las mujeres consumen fundamentalmente drogas legales, mientras que el consumo de drogas ilegales se produce en mayor proporción en los hombres. Esta realidad parece estar claramente relacionada con los mandatos sociales dirigidos a los varones para reafirmar su masculinidad, como la asunción de riesgos o la evitación de expresar emociones. Así mismo, el hecho de que las drogas más consumida por las mujeres sean los hipnosedantes, se justifica también desde dichos mandatos ya que sus efectos están más alineados con las cualidades más esperadas y valoradas en ellas, tales como la calma, el silencio o la falta de iniciativa en general, y más compatibles con los roles de cuidado, amor, dedicación y belleza.
Diferencias psicosociales en la adicción entre ambos sexos
La accesibilidad de las drogas es un potente predictor de su consumo. Aunque existe una variación significativa entre culturas, en general los hombres obtienen las drogas con más facilidad que las mujeres. Los hombres presentan mayor grado de comportamientos de riesgo, en parte debido a la presión de grupo. Las mujeres mantienen mayor prevención frente al riesgo que las protege de consumos más abusivos y dañinos. El período de mayor riesgo para el inicio del uso de sustancias es la adolescencia tardía, sin embargo, las mujeres, en promedio, inician el consumo de sustancias a una edad posterior que los hombres.
En relación al nivel de estudios y la experiencia laboral, las mujeres drogodependientes titulan por debajo de los hombres, y su experiencia laboral o no existe o se vincula a puestos de trabajo con bajos ingresos, por lo que tienden a depender económicamente de su pareja.
Desde el punto de vista sociofamiliar, en general la mujer encuentra menos apoyos para ponerse en tratamiento, incluso puede contar con la oposición de su pareja o de la familia, de la que suele desligarse pronto. Esta desvinculación temprana, incrementa su vulnerabilidad ante la violencia y agresiones externas. Además, la existencia de antecedentes de TCS en el entorno familiar es mayor, y parece tener mayor influencia en la mujer que en el hombre. La probabilidad de que la mujer drogodependiente haya sufrido maltrato físico y abusos sexuales durante la infancia, antes de iniciarse en el consumo y durante el mismo es muy elevada, siendo también frecuente la presencia de problemas sexuales y trastornos menstruales. La mujer recurre en mayor medida al ejercicio de la prostitución, para comprar drogas y para la subsistencia. Respecto a la valoración social del consumo de drogas, las mujeres experimentan mayor rechazo, desaprobación, estigmatización y exclusión. Esta circunstancia ocasiona, en general, un importante déficit de autoestima e intensos sentimientos de culpa e inferioridad.
Diferencias en aspectos relacionadas con el tratamiento.
Motivaciones esgrimidas por ambos sexos y modalidad de tratamiento. Las mujeres tienden a ingresar en centros de tratamiento de adicción a las drogas por diferentes razones que los hombres, y son más propensas a buscar dicho tratamiento en centros de salud mental. Esto puede deberse a las altas tasas de comorbilidad entre el TCS y los trastornos psiquiátricos en la mujer. Para el conjunto de las drogas, por lo general, las mujeres deciden buscar tratamiento debido a los problemas relacionados con la crianza de los hijos, mientras que los hombres tienen más probabilidades de buscarlo por las consecuencias relacionadas con su trabajo y suelen presentar más problemas legales con la justicia.
Accesibilidad. Históricamente, la mujer tiene más dificultades para acceder a tratamiento relacionadas con el embarazo, la responsabilidad del cuidado infantil, la falta de apoyo familiar, la carencia de fondos y recursos y una mayor estigmatización social.
Terapia grupal versus individual. Entre hombres y mujeres existen también formas diferentes de relacionarse que se manifiestan en sus preferencias terapéuticas. La mujer drogodependiente, tiene una forma de relacionarse más individual, y con menor sensación de pertenencia a un grupo, y esto dificulta su integración en el mismo.
Tipos de terapia y respuestas terapéuticas. El uso de grupos de ayuda mutua, beneficia tanto a hombres como a mujeres. Durante el tratamiento, las mujeres parecen exteriorizar con mayor facilidad sus emociones y sentimientos que los hombres, lo que puede ser una ventaja para ellas. El hombre se muestra más disciplinado y asume mejor las consignas, pautas y medidas funcionales, en tanto que la mujer drogodependiente necesita que se le expliquen y argumenten más las cosas.
Tratamiento ambulatorio versus residencial. No se ha demostrado que uno u otro tengan resultados más satisfactorios para las mujeres. Sin embargo el tratamiento debe incluir el enfoque de género y ser sensible a las necesidades y a las situaciones más desfavorables de las mujeres.
Sexo del terapeuta y estilo terapéutico. Las mujeres dan mucha importancia a la relación con el profesional. El sexo del terapeuta no parece afectar al tratamiento de las adicciones en mujeres, siempre y cuando el terapeuta sepa manejar adecuadamente la distancia emocional.
Diferencias en los resultados del tratamiento. El tratamiento se asocia con una evolución favorable en ambos sexos, particularmente cuando el tratamiento se inicia temprano y se mantiene en el tiempo. Sin embargo, la excepción a este patrón es el tratamiento de la dependencia a la nicotina, cuyos resultados son peores en las mujeres en comparación con los hombres. Las causas de que las mujeres abandonen los tratamientos están relacionadas con conflictos interpersonales con compañeros/as o terapeutas, miedo a perder la relación de pareja o los hijos, dificultad para encontrar espacio propio y cuestiones como la autoestima o la autonomía. En los hombres, sin embargo, las principales causas de cese del tratamiento están vinculadas a la falta de libertad y a las recaídas.
Diferencias respecto a la reinserción e integración social. Las mujeres encuentran más dificultades en este terreno debido a motivos similares a los ya comentados, relacionados con la mayor marginación social, menor capacidad de autonomía, dependencia emocional y afectiva, una menor formación cultural, no tener profesión definida, un mayor porcentaje de paro o el acceso a trabajos de escasa remuneración, así como los hijos, que pueden dificultar la incorporación al mundo laboral.
Centros para mujeres versus centros mixtos. Las mujeres en programas de tratamiento por TCS exclusivo para ellas, a pesar de tener diagnósticos más graves y peor estado psiquiátrico, tuvieron mejores resultados que en los programas mixtos. Además, la participación en el tratamiento específico de género se asocia con una mayor satisfacción, comodidad y sentimiento de seguridad entre las mujeres y una mayor continuidad de la atención después del alta. Esto se debe a que algunas mujeres no se sienten en un entorno adecuado para debatir sus problemas sobre el consumo de drogas, sobre sus relaciones o su sexualidad, cuando los varones participan en la terapia de grupo.
Por lo tanto, los tratamientos específicos de género pueden crear un ambiente de afiliación mejorada, que obtienen mejores resultados. Sin embargo, este enfoque exige un estilo terapéutico diferente, que incorpore actividades específicas dirigidas a la reestructuración afectiva y a la expresión adecuada de las emociones y que propicie la adquisición de la autonomía personal.
Además, en centros mixtos se producen bastantes altas o fracasos terapéuticos por la formación de parejas, y el problema es que ambos miembros de la nueva pareja desvían la atención -que es indispensable centrar en su recuperación- hacia la relación, lo que suele conducir al abandono y una posible recaída ulterior.
Conclusiones
Las diferencias de sexo en el abuso de drogas pueden deberse a factores socioculturales, pero también a las diferencias biológicas entre el hombre y la mujer que hemos repasado en este artículo. Las guías de perspectiva de género no suelen contemplar las diferencias biológicas sexuales. En este sentido, este trabajo representa un puente necesario entre disciplinas. El papel de género, definido ambiental y socioculturalmente, contribuye a la iniciación y a la evolución de la adicción, y las consecuencias adversas, médicas, psiquiátricas y funcionales asociadas, suelen ser más graves en las mujeres. Existen además diferencias sexuales en las razones de búsqueda del tratamiento y en la dificultad de acceso al mismo.
Teniendo en cuenta los resultados de este trabajo, exponemos a continuación algunas cuestiones que deben considerarse a la hora de planificar la intervención psicoterapéutica específica con la mujer.
- Humor y estado de ánimo. Las fluctuaciones anímicas son especialmente importantes en las mujeres, y están relacionadas con su ciclo menstrual. El conocimiento del funcionamiento hormonal y sus implicaciones, puede ayudar a prevenir y actuar con conocimiento de causa.
- Progreso en el consumo y recaída. El TCS en la mujer se desarrolla de manera más rápida por lo que las intervenciones precoces son especialmente aconsejables.
- Peso de las responsabilidades familiares. Para la mujer el abandono del hogar para ingresar en un centro de rehabilitación es muy complicado. El diseño de actuaciones que contemplen esta variable es una buena práctica que incrementa la accesibilidad al tratamiento.
- Sistematización y empatía. Los tratamientos deben incorporar esta variable, y hacer intervenciones específicas que contribuyan a educar y equilibrar estos aspectos en ambos sexos, para que puedan ser manejados adecuadamente. Recordemos que el hombre tiene dificultades importantes en la identificación de emociones y la mujer en su gestión.
- Estructuras de apoyo psicosocial. Los programas deben incorporar actuaciones específicas que fortalezcan dichas redes, como factores protectores en el proceso y posterior reinserción.
- Comorbilidad TCS y enfermedad mental. Debe mejorarse y ponderarse el diagnóstico para alinear la intervención con las necesidades específicas de las mujeres.
- La mujer necesita una explicación amplia para conocer y entender la intervención terapéutica.
- Los episodios de violencia y trauma son más probables en mujeres, y necesitan un abordaje extremadamente cuidadoso.
- Los manuales diagnósticos deben incorporar las diferencias biológicas entre sexos y desagregar sus diagnósticos, criterios y niveles de severidad, ya que no suelen contemplar la perspectiva biológica como un factor causante de las diferencias cognitivo conductuales en relación al TCS.
- Los mandatos de género no son los únicos causantes de las diferencias entre hombres y mujeres. Las diferencias biológicas entre ambos sexos trascienden dichos mandatos y determinan muchos de ellos. Conseguir que las personas implicadas en la rehabilitación sean formados en la especificidad biológica, constituye un avance hacia la igualdad desde el conocimiento y aceptación de las diferencias y mejorará la rehabilitación de la mujer.
- Es esencial la comprensión de los aspectos específicos de cada sexo y de los compartidos por ambos, para identificar los tratamientos individualizados más efectivos y optimizarlos tanto para los hombres como para las mujeres.
- La prevención debe trabajar partiendo de estrategias diferentes en hombres y mujeres, considerando además las diferencias sexuales para cada tipo de sustancia.
Bibliografía, aquí.