La dependencia a las redes sociales: ¿cómo combatirla?

Comparecencia realizada el pasado 27 de junio de 2023 en el Parlamento Europeo, Bruselas, por nuestro delegado internacional, Oriol Esculies, en la Audiencia titulada “Adicciones las redes sociales: ¿cómo combatirlas?”, organizada por europarlamentarios del grupo Renew Europe de las comisiones LIBE (Libertades Civiles), INGE (Injerencias y desinformación) y ENVI (Salud y Medioambiente), en la que se convocó a expertos y a representantes de Meta, TikTok y YouTube. La Audiencia contó también con una introducción de la vicepresidenta de la Comisión Europea Vera Jourová.
Oriol Esculies empieza presentándoles unos ejemplos sobre nuestro trabajo.
- Turn it Around es un programa que llevamos a cabo en Barcelona para aprender a utilizar las tecnologías de la información y la comunicación de manera más saludable y segura.
- Restart Yourself es un proyecto para tratar las adicciones a los videojuegos y las redes sociales en las Islas Canarias.
- El Proyecto Ariadna, en la región de Burgos, tiene como objetivo prevenir en las escuelas el uso inadecuado de las nuevas tecnologías.
- Cyber es una unidad de tratamiento de adicciones no relacionadas con sustancias para adolescentes y sus familias en las Islas Baleares.
- El Proyecto Reconnecting fomenta una actitud crítica hacia las redes sociales en La Rioja.
En 2019 lanzamos una campaña nacional de concienciación en colaboración con los medios de comunicación españoles llamada «Nuevas adicciones, viejos conflictos».
El último ejemplo, más allá de las fronteras españolas, es una buena práctica de Rumanía llamada Youth Exchange Social Detox, un evento que conecta a jóvenes de varios países.
He seleccionado algunos ejemplos de Proyecto Hombre; lo que significa probablemente miles de programas similares en mi país y en el resto de la región de la Unión Europea que tratan de minimizar los trastornos psicológicos, el aislamiento, la baja autoestima, la disminución de la productividad en la escuela o en el trabajo, las víctimas por ciberacoso, los trastornos del sueño, la compra compulsiva, la adicción al sexo, los conflictos familiares, el estilo de vida sedentario y muchos otros problemas relacionados.
La transformación digital es como un tsunami, donde muchas personas no son capaces de hacer frente a sus cambios por sí solas. Tampoco las ONGs. Con esto no estoy diciendo que lo que hacemos sobre el terreno sea inútil, al contrario, pero tiene poco impacto.
En nuestra opinión, se necesita una estrategia a gran escala para establecer una cultura de prevención, un sistema preventivo para proteger a las personas, especialmente a los grupos más vulnerables como son los menores de edad.
Una gran estrategia que involucre a los principales actores de la sociedad (incluida la industria y las grandes empresas), en la que la Unión Europea pueda liderar, al igual que en la lucha contra otras amenazas globales como el cambio climático o la pandemia de COVID a través de directivas, regulaciones y financiación.
De las muchas estrategias que se pueden poner en marcha, he elegido cuatro componentes clave que deben tenerse en cuenta en la formulación de políticas sobre este tema.
Existe amplia evidencia científica de lo que funciona y no funciona en las medidas para reducir los comportamientos de riesgo o perjudiciales en la sociedad. Evitemos, por tanto, improvisar o impulsar políticas de salud basadas en percepciones, ideologías o propaganda política no verificada.
Como ejemplo, y además de otras regulaciones necesarias (como la Ley de Servicios Digitales o la Ley de Mercado Digital), una de las medidas que ha demostrado ser altamente efectiva son las Health Taxes (impuesto de salud o especiales), cuyo objetivo es reducir el consumo de productos que tienen un impacto en la salud pública haciendo que sean menos asequibles a través de precios más altos. Ha logrado resultados muy positivos en muchos países a la hora de reducir el consumo excesivo por ejemplo de bebidas azucaradas, alcohol o tabaco.
Además, estos fondos recaudados se reinvierten en cobertura de prevención y tratamiento de salud. Sin embargo, estas políticas no son nada populares, por lo que es muy difícil para los gobiernos nacionales implementar este tipo de políticas debido al descontento social que pueda generan y al poder de las corporaciones transnacionales que son propietarias de estas plataformas de redes sociales. Las instituciones de la UE podrían ser el único instrumento o la única solución. La Organización Mundial de la Salud promueve este enfoque, pero como recomendaciones no vinculantes.
Relacionado con el punto anterior, para muchas familias, tanto practicar deporte, ir al cine, al teatro, viajar o incluso leer un nuevo libro suele ser caro en su día a día; y cuanto menor es el ingreso, menos asequible y accesible es. Sin embargo, navegar (mindless scrolling) por las redes sociales es muy barato, generalmente gratuito. Así que es posible que no tengamos otra opción que seguir haciendo mindless scrolling en nuestra vida cotidiana.
Y este es un principio fundamental de la prevención: no se puede prevenir un uso excesivo o dañino sin ofrecer una alternativa factible, especialmente a un niño/a o adolescente.
Mi pregunta es: ¿hasta qué punto podemos promover un ocio alternativo más accesible y asequible a las redes sociales, los videojuegos, etc.?
Y por último, la Comisión Europea cuenta con un increíble organismo que es el Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (OEDT) con sede en Lisboa, donde más de cien expertos recopilan datos sistemáticamente para conocer el impacto de las drogas en los Estados miembros y orientar las políticas de drogas en toda la región.
También existe el Centro Europeo para la Transparencia Algorítmica en Sevilla con funciones muy específicas e importantes. Pero ¿qué sabemos sobre el impacto en la sociedad de la transformación digital, particularmente de las redes sociales?
Preguntemos a la sociedad qué está sucediendo. Un observatorio con este propósito sería muy conveniente, o el centro actual de drogas podría incorporar análisis no solo de drogas, sino también otras adicciones comportamentales.
Para concluir, permítanme trasladarles la voz de los más jóvenes:
Nerea, de 11 años, me decía la semana pasada «Me gusta TikTok y los videos de YouTube, pero mis padres me han castigado y ahora me he quedado sin móvil porque me conectaba demasiado».
Carlota, de 13 años, «Prefiero TikTok porque es la única red social que mis padres me permiten usar. Es muy entretenida, pero puede ofender a algunas personas» (Carlota, 13 años).
Y Júlia, de 17 años, «Principalmente uso Instagram; permite chatear y publicar. Es genial, pero conozco a varios amigos que están enganchados al móvil».
Esto no es ningún estudio, simplemente imagínense lo importante que sería disponer de información como esta de millones de personas.


