Otro 8 de marzo más…
Autoras: María San Pedro, y Pepa Palacios, integrantes de la comisión de prevención laboral de la Asociación Proyecto Hombre.
A estas alturas creo que nadie puede dudar de la importancia de la prevención de riesgos laborales al interno de las organizaciones. En su día, cuando comenzó esta andadura en 1873 en España, la Ley Benot se definía como “ayuda al obrero” y hablaba de características que debería cumplir el puesto de trabajo, la jornada máxima según la edad del niño y los años mínimos que debería tener a la hora de incorporarse al mundo laboral. También legislaba la formación y educación de los menores y si no cumplían unos mínimos tenía que ser la empresa la responsable de que recibiesen la educación necesaria, aunque luego les indemnizase el estado. A estas señalaciones también se le sumaban 6 artículos que hacían referencia exclusiva a la seguridad en el puesto de trabajo, como la obligatoriedad de tener un botiquín o de disponer de un contrato de asistencia médica en la empresa.
Fue en 1900 cuando aparecen los primeros vestigios de una atención específica al tema del género. Concretamente la ley del 13 de marzo de 1900 establecía las 8 horas como jornada máxima de trabajo, el descanso semanal y un “trato paternalista” hacia la mujer y el menor: las mujeres y los niños son los colectivos más débiles en la esfera laboral, y recibirán una atención especial.
Así como el trabajo infantil ha sido objeto tradicional de regulación por la legislación laboral (edades mínimas para trabajar, la protección de la salud y seguridad en el trabajo, la reducción de tiempos de trabajo…) respecto al colectivo de la mujer la cosa no ha estado tan favorable ni se han obtenidos los mismos resultados universalmente consensuados.
“Colectivo más débil en la esfera laboral”
Tradicionalmente las profesiones en el ámbito de la salud y en lo que se refiere al cuidado de las personas o profesiones que están vinculadas a la ayuda, han sido profesiones que se han considerado como oficios de mujeres. La mujer en este ámbito se ha asociado a cualidades, ejerciendo diversas funciones, de las que la de mayor prevalencia es la de cuidadora, enfermera, asistente.
Pero a día de hoy, en el 2023, 123 años más tarde de esa primera virada de protección laboral con mirada de género, aun nos toca seguir luchando por una serie de derechos que deberían caer por su propio peso:
- Promover una LEY DE IGUALDAD SALARIAL. Actualmente la brecha salarial es del 28% impulsada por una feminización de la precariedad laboral y de la pobreza.
- Alentar por una justicia social apoyada en un sistema digno que promueva la IGUALDAD DE OPORTUNIDADES. Un sistema digno y justo en el que el modelo muestre igualdad no sólo en espacios tan importantes como los organismos públicos o la política, si no en todos los espacios de decisión tanto en el sector público como privado, llevándonos a una equidad del 50%.
- Mayor corresponsabilidad entre hombre y mujeres en relación con los cuidados y la vida familiar, articulando de este modo unas mayores y mejores medidas de conciliación para acercarnos a dicha igualdad.
- Defender la obligatoriedad de una COEDUCACIÓN en el aula que permita a sentar las bases de una educación que fomente la construcción de unas relaciones más igualitarias y justas.
- Asegurar políticas públicas que garanticen el derecho a la salud sexual y reproductiva.
- CUESTIONAR LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO, o todos esos prejuicios “colectivo débil” que nos relacionan con fragilidad, inestabilidad, sumisión, frivolidad…
Mucho se está hablando, en los círculos más vanguardistas de la Empresa del Bienestar, de la Promoción de la Salud y de RSC, y sí, es importante que sean elementos impulsores de mejora de condiciones laborales y en definitiva de sociedades más justas, pero sería importante también empezar a ser críticas con nuestra propia realidad, mirar alrededor, y quizás empezar a observar nuestra organización. Los riesgos laborales no sólo son aquellos vinculados a un taladro o bajas/altas temperaturas. Como sabemos los riesgos de ciertos puestos han tenido y tienen una especial atención, pero ¿qué pasa con esos puestos periféricos, muchas veces olvidados, muchas veces también –casualidad – desarrollados por mujeres, ¿qué no son propios de ese sector económico? ¿Ya les estamos prestando la atención que merecen? O ¿de nuevo la historia se repite y son nuestras compañeras las perpetuas olvidadas?
Impulsemos la sororidad en cada uno de los espacios que ocupamos (que son de una manera u otra todos), de modo que cada vez sea menor esa invisibilidad, porque la verdad es que estar estamos. De manera velada, en un segundo plano, sin tanta visibilidad o quizás ocupando puestos menos decisivos, pero a lo largo de la historia hemos estado y seguimos estando en absolutamente todos los estamentos. Y en algunos, como bien hemos señalado de manera muy masiva, aunque si quizás silenciada.
Hoy por fin parece evidente lo necesario, y por primera vez en la historia contamos con el respaldo de las Naciones Unidas, que, en el ODS 5 de la Agenda 2030, impulsa la igualdad de género uniéndolo además con un discurso mucho más amplio y haciéndola como parte de todo en pro del desarrollo sostenible y del futuro del planeta. Ya no es solamente cuestión de unas cuantas mujeres, ya no es cuestión de ideología o de una parte del colectivo, sino que es una cuestión de una necesidad, es cuestión de tener una visión integral para poder impulsar hacia un mundo mejor, más igualitario y más sostenible.
Recordemos que en cualquier ámbito la discriminación o violencia hacia una persona es un delito, pero si nos centramos en lo estrictamente laboral una persona que se siente discriminada seguramente no podrá dar lo mejor de sí ni sacar todo su potencial, que se sienta intimidada tampoco le permitirá aportar su mejor versión, que se vea ninguneada también es un riesgo como que cambie de puesto de trabajo por ejemplo, que su trabajo no cubra sus necesidades por discriminación salarial también es un riesgo ya que le obligará a buscar además otra ocupación que le permita redondear.
Es el momento de hacer brillar las particularidades de cada persona, y las mujeres debemos ser capaces de convertir nuestros factores de riesgo estereotipados en factores de protección universales. Convirtamos la mal llamada fragilidad en sensibilidad, la aparente inestabilidad en flexibilidad, la sumisión en tenacidad y la frivolidad en ligereza. Este mundo necesita ser cuidado, todo el mundo necesita ser cuidado, nosotras necesitamos ser cuidadas y para ello no necesitamos demostrar que gentilizar espacios es crear equipo, y crear equipo facilita el trabajo, y con ello facilita la consecución de objetivos. Creemos que a día de hoy tenemos que luchar por dejar un legado de amabilidad, y desterrar de una vez por todas lo de todo vale, por qué no, no todo vale. No todo ni se puede ni se debe permitir. Un mundo amable y gentil es un mundo más justo e igualitario, es un mundo que piensa en la siguiente generación, que intenta evitar sufrimientos y agresiones gratuitas y donde tanto la distribución de la riqueza y de los empeños va en función de las capacidades de cada persona y no de la bravuconería de quien intenta imponerse por la fuerza.
Ojalá no nos queden muchos más 8 de marzo que reivindicar si no que tengamos esa fecha para recordar a lo no que no tenemos que volver, que tengamos que hablar en pasado como si de una anécdota histórica se tratase.